Ninguno
Ética en tiempos de corrupción e impunidad. ¿Es posible?
11 de marzo de 2020

​​​Conoce la opinión de Alonso Villarán, Profesor adscrito al Departamento Académico de Humanidades de la Universidad del Pacífico e investigador del CIUP.​

En las últimos meses, las noticias sobre corrupción en el Estado y en las empresas privadas han inundado nuestro país. 

Es un hecho que el problema va más allá de las instituciones. A pesar de ello, y de las sanciones morales y judiciales efectivas, es posible ver aún que algunos políticos reinciden en prácticas de corrupción. 

¿Se sienten intocables estos personajes? ¿Estamos ante una crisis ética y moral? ¿Basta con adoptar medidas tradicionales para hacerle frente a esta crisis? Conversamos al respecto con Alonso Villarán, docente de la Universidad del Pací​fico e investigador del CIUP especializado en ética. 

1. Revisando a los personajes ligados a los últimos escándalos político - judiciales, es posible identificar una recurrencia de nombres, partidos políticos o grupos empresariales. ¿Qué puede llevar a estas personas a tener una sensación de impunidad, teniendo en cuenta que la fiscalía ya viene procesando a personajes poderosos o, en algunos casos, a ellos mismos? 

Es el poder el que crea la sensación de invulnerabilidad y, por ende, de impunidad. No es una sensación totalmente infundada: el poder, efectiva y lógicamente, nos vuelve poderosos; sin embargo, está lejos de ser absoluto. El poder corrompe, entre otras formas, afectando el juicio. ¿Cómo explicar, sino, que la corrupción haya continuado a niveles tan altos después de los años 90? ¿Cómo explicar que, en este mismo instante, haya gente corrompiendo, como si los escándalos y las prisiones preventivas no existieran? Es, literalmente, de locos. 

​​​2. En ese sentido, ¿de qué forma podría cortarse ese círculo vicioso? Es decir, ¿cómo podría empezar a limpiarse el ejercicio político o empresarial? ¿Basta con retirar o expulsar a estos personajes, como ya han hecho partidos o empresas? 

La verdadera solución es de largo plazo y pasa, entre otras cosas, por lo siguiente: educación, leyes claras y sanciones. El hecho es que en el Perú la calidad de la educación es baja, las leyes no son claras y las sanciones no se imponen. Pero si otro fuera el caso, la ética en el Perú levantaría vuelo. Hablando de educación, mientras la educación pública (y, en muchos casos, la privada) desprecie a las humanidades, no debemos esperar mucho. 

3. ¿Qué es lo primero que debería contemplarse para la renovación de estos cuadros políticos y empresariales? ¿Bastan los principios de buen gobierno corporativo, los comités de ética? 

No bastan. La prueba es la siguiente: algunas de las empresas que hoy sabemos eran corruptas ganaban, años atrás, los concursos y reconocimientos de buen gobierno corporativo. Sin duda contaban, entre sus medidas de buen gobierno, con comités de ética. 

4. En ese sentido y pensando, por ejemplo, en Graña y Montero ¿basta el cambio de directorio y las acciones de marketing y publicidad? 

El cambio de directorio puede ser una buena medida, entre otras, siempre y cuando los que entren sean personas éticas. Pero la corrupción trasciende a un directorio: todos los trabajadores, a todo nivel, deben ser éticos. Ese es el gran reto de los departamentos de recursos humanos de hoy. Respecto a las acciones de marketing y publicidad, el primer reto es que éstas reflejen un cambio real y no cosmético. Ahora bien, aún si fuera real, es siempre un riesgo comunicar el cambio, pues te expones a las críticas y burlas. Quizá más sobrio y efectivo sea un cambio silencioso, apostando al largo plazo. 

5. En un radar público reciente, hacías referencia a la frase "roba pero hace obra". ¿Qué significado tendrá esa frase para el gran público, a la luz de los últimos acontecimientos? 

Mi esperanza es que esa frase pierda popularidad. Dejando de lado la legitimación de la corrupción que conlleva, la frase tiene otro problema: es fruto de un mal cálculo. La corrupción trae consigo daños materiales e inmateriales que sobrepasan, en conjunto, el beneficio de la obra de la que se hable. Por ejemplo, el puente cuesta el doble o triple de lo que debería costar y se “desploma” al poco tiempo. Pero no solo se desploma el puente, sino también la institución de por medio. El hecho es que las instituciones son la base del progreso y del bien común. En el largo plazo, la corrupción no conviene a nadie. Definitivamente el país requiere de un cambio de fondo, no solo de forma. Bajo esta premisa, la educación juega un rol primordial si queremos dar un primer paso para el cambio. Las acciones a tomar deben ser trascendentes si anhelamos un cambio real en nuestras instituciones y en la sociedad.​

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