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Coronavirus: un reto al sistema educativo peruano
27 de marzo de 2020
La llegada del Coronavirus no solo ha impactado en la gestión de la salud, la economía o los mercados. Un sector importante, que enfrenta serios desafíos, es el educativo. Conversamos con César Guadalupe, Jefe del Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas de la UP, e investigador del CIUP, quien analiza las oportunidades que presenta esta crisis para dar un giro radical al sector.
1. El sector educativo peruano, público y privado se está viendo profundamente desafiado por el Coronavirus. ¿Estamos preparados para enfrentar su impacto? 

Nadie ha estado preparado en ninguna parte del mundo para lo que estamos viviendo ni en el plano educativo ni en el de la salud pública. Si bien sabíamos y teníamos alertas sobre lo que podía significar una epidemia en un mundo con los niveles actuales de interconexión y urbanización, no habíamos tomado las precauciones. Nuestros países están más preparados, y gastan más recursos, para guerras que no van a suceder, que para riesgos como el actual, que van a repetirse en los próximos años junto con otros riesgos asociados al cambio climático y factores similares. 

2. ¿Y esa falta de preparación, obviamente, impacta en un sector clave como el educativo? 

En el caso del sistema educativo peruano, existe una variedad inmensa de situaciones que se mueven entre dos extremos, por así decirlo. Por un lado, tenemos pocas instituciones, estatales o no estatales, que vienen probando y desarrollando formas de trabajo que no requieren de la presencia física de las personas en espacios comunes. Así, algunas instituciones pueden y, de hecho, ya se han alistado para usar estas formas de trabajo de modo más intensivo. 

3. Pero, a pesar de su capacidad de respuesta, enfrentan limitaciones 

Sí, pues surgen dos problemas muy importantes. Primero, la limitada infraestructura nacional de comunicación por medios digitales que se traduce en que muchos estudiantes y docentes encuentren dificultades para operar en entornos basados en medios digitales. Segundo, los espacios desde los que se desarrollan las acciones remotas no son necesariamente propicios para la labor educativa sea por la presencia de hacinamiento y limitaciones de recursos en el hogar, o por la presencia de violencia intrafamiliar, contaminación sonora, o porque incluso la propia economía de cuidado del hogar se ve alterada por la menor movilidad de las personas en el contexto urbano. 

4. Ese es un extremo del problema, ¿cuál es el otro? 

Tenemos miles de instituciones tanto estatales como no estatales que no cuentan ni con las facilidades técnicas, ni con el conocimiento para, al menos, seguir haciendo lo mismo pero operando de forma remota. Estimo que serán muy pocos los casos en el Perú que podrán pasar de modo exitoso a una oferta educativa basada en medios digitales. Esto obliga a pensar en otros medios. 

5. ¿Cuáles serían estos? 

La educación abierta, o educación a distancia, es algo que tiene una larguísima tradición en el mundo y que, por lo mismo, no ha descansado necesariamente en medios digitales. De hecho, el Perú tuvo una riquísima experiencia en educación a través de la radio y la televisión que, lamentablemente, sufrió los embates de la crisis 1975-1990 y que, posteriormente se ha descuidado. A esto se suma que algunas instituciones de educación superior abusaron de esta modalidad de estudios para, en aras de una fácil rentabilidad, operar programas de dudosa calidad lo que llevó a una absurda respuesta normativa consistente en la subvaloración de la educación abierta y su estigmatización. Este es, probablemente, uno de los peores desaciertos, entre muchos otros, de la Ley Universitaria vigente. 

6. ¿Cómo evalúa las primeras acciones que ha tomado el gobierno? 

Resulta evidente que las necesidades de la salud pública debían llevar a la postergación del inicio del año escolar. Eso es totalmente lógico y comprensible. Asimismo, es saludable que el Ministerio de Educación haya respondido partiendo de reconocer que enfrentar esta situación no puede descansar, ni exclusiva ni prioritariamente, en medios digitales y que el recurso a la radio y la televisión estatal resultan de capital importancia.

7. ¿Pero son suficientes? 

Estas medidas necesitan ir acompañadas de varias cosas, algunas de las cuales son muy complejas: 

Por un lado, hoy tenemos escuelas cerradas y la “anti-escuela” que reina en la TV y radio –incluso en muchas estaciones que tienen licencias “educativas”– sigue operando con impunidad. Es preciso que las autoridades, los propietarios de medios de radiodifusión, y los anunciantes, tomen en serio el artículo 14 de la Constitución que expresamente señala que los medios de comunicación social deben colaborar con el Estado en la educación y en la formación moral y cultural. 

Por otro lado, el aprendizaje no es solo la experiencia individual de cada estudiante. Las personas aprendemos en un entorno con otros y, si estamos hablando de trabajar en nuestras casas, eso significa preocuparse por los hogares y las familias. Esta crisis es una excelente oportunidad para que la acción educativa se dirija a la familia y el hogar, a efectos de propiciar entornos conducentes al desarrollo de las personas; es decir entornos sanos, seguros, marcados por el afecto. Esto es parte del desarrollo de cada uno y, por ello, hace parte del currículo de la educación básica, no es un adicional a las materias, es algo de capital importancia.

Una tercera medida debe considerar que hemos descuidado la educación abierta o a distancia por décadas, lo que se traduce en una baja disponibilidad de materiales y que puede llevar a improvisar soluciones que no necesariamente han de ser adecuadas.

Finalmente, hay que romper con la lógica burocrática de cuidar las formalidades y el control burocrático. Imagino que ya hay burócratas diseñando formularios para que los directores reporten como recuperan horas, cosas como esas van a llevar a que se pierda precioso tiempo que debe destinarse al bienestar y el aprendizaje. Si bien las horas de clase son importantes, la educación no se mide en horas, sino en lo que se hace con ellas. Por tanto, no estamos en una situación en la que la preocupación principal sea la recuperación de horas, sino que debemos fijarnos en cómo usamos estas circunstancias para aprender. 

8. Es buscar un punto positivo en medio de la crisis 

Estas son circunstancias muy favorables para, por ejemplo, fomentar hábitos de higiene y respeto por los demás, o reflexionar sobre cómo funciona el mundo actual. No deben desaprovecharse por una obsesión con un par de áreas del currículo que, si bien son importantes, son sólo dos que no están por encima del bienestar y el desarrollo de nuestros estudiantes. 

9. ¿De qué manera esta pandemia cambiará la forma en que estudiamos? ¿Es posible empezar ya a hablar de un nuevo modelo pedagógico, donde la virtualidad tome mayor relevancia? 

Uno de los riesgos más importantes de esta hora es que algunos crean que usar medios digitales para hacer lo mismo de siempre es un cambio en el modelo pedagógico.
 
Ciertamente, en los pocos casos en los que haya un mayor uso de tecnología esto debe permitir repensar varias cosas. Pero eso es sólo el primer paso para pasar de una educación industrial a una educación más efectiva. Por ejemplo, en un momento emocionalmente desafiante como éste ¿no debemos pensar en cómo eliminamos fuentes de estrés que absurdamente se han asociado a las experiencias educativas, como la obsesión por las notas, los promedios y los primeros puestos, cuando deberíamos preguntarnos por nuestro bienestar y desarrollo. 

10. Un escenario de cambio implicaría también modificar currículos y competencias, ¿a dónde deberían apuntar estas? 

Hay muchas cosas que debemos repensar en la educación en general y en cada uno de los niveles educativos en particular. Por ejemplo, en el caso de la educación superior, ¿cuánto debe ser el peso de saberes disciplinares que devienen obsoletos en un plazo breve? ¿cuánto debería priorizarse, más bien, la flexibilidad, la versatilidad y la capacidad para integrar aportes de diversas disciplinas y aprender de modo continuo? 

Estas preguntas no son nuevas, hace rato que debemos enfrentarlas. Si esta crisis nos ayuda a abordarlas de alguna forma, creo que sería una buena manera de responder a ella. 

11. ¿Cómo impactaría esto en los sistemas de licenciamiento que están en curso?

En el caso del licenciamiento de las universidades, la actual situación obliga a repensar un elemento que es anterior a este y al que el licenciamiento responde: si la Ley Universitaria minusvalora la educación abierta o a distancia, es lógico que los procesos de licenciamiento simplemente no presten mayor atención a ello. Un cambio en la Ley Universitaria debería obligar a ajustar el licenciamiento. En el caso de la educación básica y la superior tecnológica, pedagógica y artística, es momento de pensar en cómo ajustar los procesos para que correspondan con lo que cada institución se plantea como proyecto pedagógico, y no con alguna idea de presunta validez general ideada por una oficina. 

12. ¿Y en el caso de las acreditaciones? 

 En el caso de los procesos de acreditación, la respuesta es completamente dependiente de cómo afrontemos la descuidada reorganización del SINEACE. Personalmente, creo que debemos seguir un camino que permita la diversidad y se centre en reconocer que la acreditación es un proceso voluntario, que expresa un deseo de mejora y que se organiza en función de los propios proyectos institucionales. En ese sentido, tener un único modelo de acreditación que taxativamente imponga determinadas visiones sobre todos, me parece un camino que debería desandarse.

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