Este sábado 13 de agosto se realizará la marcha nacional #NiUnaMenos para poner freno a la violencia contra la mujer. A todo tipo de violencia, porque esta tiene muchos rostros y muchas máscaras, como la discriminación de género, presente en la vida cotidiana y laboral. Según estudios del
Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP), las brechas de género en el Perú se han ido acortando, pero aún existen y bastantes.
En colegios y universidades
En las empresas
En el ámbito laboral, las mujeres andinas sufren un proceso de doble discriminación, tanto por tener apellidos de origen andino, como por el propio hecho de ser mujeres. Esto se repite en todo tipo de empleos: profesionales, técnicos y no calificados. Galarza, Kogan y Yamada también publicaron estos resultados en el libro Discriminación en el Perú, luego de hacer un trabajo experimental con currículos de vida (CV).
En términos generales, un dato positivo es que la mujer y el hombre tienen oportunidades similares en ser contactados y contratados por las empresas. Incluso las mujeres tiene una ligera preferencia, salvo en los empleos técnicos donde los hombres son más requeridos, según otra investigación experimental de Gustavo Yamada, Francisco Galarza y Carlos Zelada publicada en el libro
Empleo y discriminación racial: afrodescendientes en Lima, Perú.
La Universidad del Pacífico se suma a la Marcha Nacional #NiUnaMenos.
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Cuando se entrevistó a reclutadores de personal y se les pidió que describieran sus empresas como personas, estos las retrataron como hombres. Además, el personal de las empresas suele imaginar a un hombre sentado en la oficina de la gerencia. Kogan plasmó estos hallazgos en el libro
“Profesionales afroperua@s en Lima: un drama anunciado”. En su estudio, encontró que la primera variable que influye en la selección de un candidato es la raza y la segunda, el género. Es decir, los hombres blancos tienen mayor probabilidad de ser contratados.
En las grandes empresas, los gerentes hombres se dedican más al trabajo y las mujeres son las que combinan sus actividades laborales con las tareas del hogar. En las medianas empresas, la pareja actúa como equipo, a tal punto que los varones ayudan con el cuidado de los hijos. En la pequeña empresa la situación es similar, pero con el apoyo activo de redes familiares. Liuba Kogan, Rosa María Fuchs y Patricia Lay describen al detalle estas características en el libro
“No…pero sí: discriminación en empresas de Lima Metropolitana”.
En el hogar
Los investigadores Arlette Beltrán y Pablo Lavado
valorizaron el trabajo no remunerado del hogar y encontraron que las mujeres realizan alrededor del 71% del Producto Bruto del Hogar, pues son ellas las que dedican mayor tiempo a las tareas realizadas dentro de la casa. Esto les permitió introducir el concepto de “pobreza de tiempo”, que identifica como pobres a aquellos que, debido a sus múltiples tareas dentro y fuera del hogar, no cuentan con tiempo para descansar. Los autores concluyeron que las mujeres son más pobres en tiempo que los hombres: una de cada tres mujeres están en esta condición versus uno de cada cuatro hombres.
Caso particular son las trabajadoras del hogar. Si bien se han registrado mejoras, su situación es tan vulnerable que aún reciben salarios por debajo del mínimo vital, trabajan muchas más horas que el promedio, casi todas laboran sin contrato y muy pocas están afiliadas a un sistema de seguro de salud o de pensiones, pese al envejecimiento de este grupo laboral,
según el estudio de Leda Pérez.
Todavía falta mucho trecho por recorrer para lograr la igualdad de derechos y oportunidades en nuestro país. Así como la marcha #NiUnaMenos tiene un ruta en las calles para pedir el cese de la violencia, el acoso y la discriminación a la mujer, también hay una ruta de la investigación para poder visibilizar estas brechas y encontrar soluciones desde el Estado, las empresas y la sociedad civil.