Ninguno
Por una sociedad justa
23 de julio de 2021

​"Doscientos años de historia republicana no han sido suficientes para gestar lo que Anderson, en su celebérrimo texto, llama una “comunidad imaginada”. Es decir, un nosotros inclinado hacia el futuro estrechando lazos en el presente. Esos lazos de un “compañerismo profundo y horizontal”. He ahí una clave para la parte de la historia que nos toca escribir: la horizontalidad remite a vínculos entre iguales. La verticalidad, la jerarquía, ésas enquistadas en nuestras maneras de tratarnos y de percibirnos, en nuestros cuerpos y tonos de voz racializados, no son terreno fértil para la comunidad". Escribe Guadalupe Pérez Recalde, profesora del Departamento Académico de Ciencias Sociales y Políticas. 

Marino tiene cuarenta años, es chinchano, contador, padre. Trabaja hace quince años en una empresa mediana. Con el terremoto de 2007 vio su casa destruida, como muchas en su barrio. Con la pandemia de COVID-19, ha visto morir a su padre y a sus dos hermanas, menores que él, que dejan seis sobrinos.

Estefanía se levanta cada día a las cinco de la mañana. Prepara algo para el almuerzo, se alista, camina hasta tomar una mototaxi que la baje. En la avenida sube a una combi hasta la estación del Metropolitano. Cuando baja camina ocho cuadras hasta llegar a la casa en la que trabaja como empleada doméstica. Son las ocho de la mañana. Diez horas más tarde, si la empleadora no se atrasa, hará el recorrido inverso. Cuando llegue a su casa, casi a las nueve de la noche, estará cansada y verá tele con sus hijos.

Francisca sufre hace años una lumbalgia que nadie ha diagnosticado. Tanto agacharse en la chacra, piensa ella. Isaías perdió su puesto en Gamarra durante la pandemia. Nicole está embarazada; no se anima a contrale a su mamá, que le cuida a su hijo de dos años todo el día para que ella pueda salir a vender refrescos a la carretera. Luis se entera que en el trabajo han dejado de pagarle ESSALUD después de haber hecho cola desde las 4 am. Liz se lleva contenta el vale por el pavo y los dos panetones que le han dado en la mina.

Podríamos seguir. En el Perú, millones de personas se levantan cada día llevando a sus espaldas el peso de la historia. Y todo el esfuerzo y la energía que le dedican a transformar sus condiciones de vida terminan esfumándose, porque el esfuerzo solitario no alcanza para revertir siglos de desigualdad. La buena voluntad individual no construye una sociedad justa. 

Doscientos años de historia republicana no han sido suficientes para gestar lo que Anderson, en su celebérrimo texto, llama una "comunidad imaginada". Es decir, un nosotros inclinado hacia el futuro estrechando lazos en el presente. Esos lazos de un "compañerismo profundo y horizontal". He ahí una clave para la parte de la historia que nos toca escribir: la horizontalidad remite a vínculos entre iguales. La verticalidad, la jerarquía, ésas enquistadas en nuestras maneras de tratarnos y de percibirnos, en nuestros cuerpos y tonos de voz racializados, no son terreno fértil para la comunidad.

¿Cómo desmontar la jerarquía? Con Nancy Fraser diremos que la clave está en la conjunción de redistribución y reconocimiento. Ambas se retroalimentan. Para ello, identifico tres vías ineludibles: a) fortalecer la presión tributaria: Perú es uno de los países del mundo con menor presión tributaria con un 14% del PBI aproximadamente. Hay países, todos capitalistas y democráticos, cuya presión tributaria es del orden del 30% (Japón) o incluso de 45% (Francia); b) Crear empleo digno: el MTPE es uno de los más erráticos, con cambios permanentes (23 ministros/as desde 2001) y ausencia de políticas a largo plazo que contemplen no sólo los indicadores de empleo / desempleo / subempleo sino también la calidad del empleo; c) iniciar un proceso de des-institucionalización de la corrupción en la matriz estatal.

Nada de esto será posible si no se asume la necesidad de trabajar con, desde y para la población. La comunidad organizada robustece la democracia, no la debilita. Para ello, las políticas públicas tienen que seguir el camino de las transversalidades: mujeres y diversidades, jóvenes, indígenas, afrodescendientes, medioambiente y espacios públicos deberían ser los ejes de las nuevas políticas para la igualdad. Parafraseando a Sen, la pregunta guía será ¿qué instituciones para qué?


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