Clínica de Gestión Ambiental de la Universidad del Pacífico1
El COVID-19 es una enfermedad que se ha extendido en diversas partes del mundo, originando el inicio de una pandemia y causando un número de muertes que, a la fecha, sigue en ascenso. La comunidad científica ha advertido que gran parte de las nuevas enfermedades infecciosas (entre las que se cuenta el virus del COVID-19)
se vienen generando como efecto de la actividad humana sobre la naturaleza: el comercio de animales, deforestación y expansión urbana son algunas conductas que han permitido el surgimiento y propagación de estas.
Entonces, ¿será nuestro comportamiento causa de lo que hoy nos acecha? Quizás el coronavirus sea una señal de que el daño al ambiente puede ser fatal para nuestra propia existencia. El presente artículo desarrolla la teoría de que la interacción forzada de especies es uno de los componentes principales de las últimas crisis sanitarias en el mundo.
En cuanto al comercio de animales, es importante reconocer la existencia de una demanda sobre diversas especies (mascotas, uso medicinal, consumo, entre otros); lo cual, sirve como soporte para la existencia y el desarrollo de mercados de animales, en los cuales se hacinan especies industriales2, domésticas y silvestres, generando un contacto fuera de lo común entre estas. Esto coadyuva a la proliferación en el intercambio de fluidos corporales y la exposición a patógenos para los que estos animales no han generado anticuerpos. De esta forma, se aumenta el riesgo de generar nuevas enfermedades.
En el caso de la deforestación, esta ha incrementado debido a la existencia de la tala de bosques primarios, falta de zonificación ecológica-económica y la expansion de la agricultura intensiva. Uno de los problemas es que los animales se ven obligados a migrar a otras zonas en busca de comida y de un nuevo hábitat, ocasionando que se tengan a numerosas especies, incluido el hombre, moviéndose de forma errática dentro de nuevos hábitats, teniendo contacto con especies que
de forma natural no se daría.
Un caso similar, se puede apreciar en el proceso de expansión urbana y la proliferación del dengue, un desarrollo urbano sin control, genera que las poblaciones más vulnerables migren a zonas en las cuales no cuentan con acceso al agua potable, con lo cual, se ven obligadas a almacenar agua en baldes, barriles o tanques, siendo estos focos de reproducción del mosquito del dengue. En 2020 se han confirmados cerca de 10,000 casos de dengue,
quintuplicando la cifra alcanzada durante el 2019.
La conclusión es que la interacción forzada de especies y el efecto de la actividad humana sobre la naturaleza, han dejado de perjudicar únicamente a la flora o fauna de una región, para convertirse en uno de los principales problemas de salud pública en las últimas décadas, generando la pérdida de cientos de vidas. Todo resulta indicar que hemos llevado a la naturaleza al límite, ahora estamos viviendo su respuesta.
1. Este artículo fue escrito por las alumnas de Derecho: Estefanía De la Cruz, Arash Tantaleán, Diana Tapia y Giancarlo Montoya. Con apoyo del exalumno Raúl Alvarado y la profesora Monica Nuñez.
2. Ante estos fenómenos, el Estado ha tomado acción, esto se ve reflejado en las últimas medidas adoptadas frente a la importación de aves vivas y carne de aves que puedan transmitir o sirvan de vehículo del virus de influenza aviar.