COMPETITIVIDAD: SER CADA VEZ MEJOR

Uno de los conceptos más repetidos en todas las sociedades y a todo nivel durante los últimos años es el de competitividad. Lo que no queda claro es cómo la competitividad nos afecta a todos, sin excepción.


Las naciones, las instituciones públicas y privadas, las empresas y los individuos están envueltos en este concepto y las crisis, como la actual, relevan aún más su importancia.


Según el reputado economista, consultor internacional y conferencista Michael Porter (Centro de Competitividad de la universidad de Harvard, EEUU), la competitividad de un país se define por la productividad con que este utiliza sus recursos humanos, económicos y naturales. A su vez, la productividad depende tanto del valor de los productos y servicios de un país –medido por los precios que se pagan por ellos en el mercado- como por la eficiencia con la que pueden producirse.


De esta manera, a mayor competitividad de un país, mejor nivel de vida existirá para todos sus ciudadanos. Este es el gran desafío. Desarrollo económico traducido en bienestar y calidad de vida para todos implica generación de riqueza a través de la permanente mejora de la competitividad a nivel nacional, empresarial e individual. Esta es la condición para lograr no solo crecimiento económico, sino desarrollo económico sostenido e inclusivo. Ejemplo: un estado que invierte en infraestructura, reduciendo los costos logísticos mejora la competitividad del país y sus empresas.


En el plano institucional y empresarial, la competitividad se define como la capacidad que tiene una organización - pública o privada, con o sin fines de lucro-  de lograr y mantener ventajas que le permitan consolidar y mejorar su posición en el entorno socioeconómico en el que se desenvuelve. Estas ventajas están definidas por sus recursos y su habilidad para obtener rendimientos mayores a los de sus competidores. Por lo tanto, el concepto de competitividad lleva implícito el concepto de “excelencia” lo que significa, en simple, eficiencia y eficacia por parte de la organización.


Expresado en otros términos, se considera una empresa competitiva a la que es capaz de ofrecer continuamente productos y servicios con atributos valorados por sus clientes. Los mercados cambian y las exigencias de los consumidores también evolucionan y se van volviendo cada vez más estrictas. Por ello, para mantener y mejorar sus niveles de competitividad, las empresas tienen que tener la flexibilidad y rapidez para adaptarse permanentemente a estos cambios. Ejemplo: las alianzas estratégicas empresariales como los consorcios permiten economías de escala, mayor poder de negociación, etc. Es decir, mayor competitividad.


En el plano de las personas, cualquiera de​ nosotros, se aplica igualmente y con la misma rigurosidad el concepto de competitividad. El ser competitivo significa desarrollar características particulares como valores, formación, capacidades gerenciales, etc. que explican porqué y cómo algunos son elegidos entre muchos otros para acceder a un puesto de trabajo o a una beca para precisar algunos ejemplos.


En concreto, somos competitivos, somos cada vez mejores.

 

PhD ©Juan Carlos Mathews S.

Director de la Maestría en Gestión de Negocios Globales de la Universidad del Pacífico​​

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