Por: Arlette Beltrán | Centro de Investigación de Universidad del Pacífico (CIUP)
La participación de las mujeres en las empresas ha ganado un espacio importante en los últimos años, pero todavía experimenta obstáculos considerables. El más crítico es el diferencial de dotaciones iniciales con las que cuentan hombres y mujeres para poder competir por un mismo puesto de trabajo. Vemos que las mujeres aún no alcanzan los niveles de educación y experiencia laboral que tienen los hombres. Y si nos referimos a la experiencia laboral de las mujeres en sectores como la economía y la industria, más aún en altos cargos directivos y gerenciales, esta situación se agudiza. Esto, en buena parte, es producto de cómo se han organizado y distribuido, desde hace mucho tiempo, las tareas entre personas de ambos sexos.
Hoy en el Día Internacional de la Mujer debemos saber que ellas carecen de tiempo suficiente para poder desarrollarse profesionalmente, debido a sus múltiples actividades en el hogar, un trabajo no remunerado que constituye una fuerte carga derivada tradicionalmente de aspectos culturales. En el estudio "El impacto del uso del tiempo de las mujeres en el Perú: Un recurso escaso y poco valorado en la economía nacional", Pablo Lavado y yo encontramos que las mujeres dedican el 52% de su tiempo a realizar labores domésticas, mientras que los hombres solo un 24%. Esto explica que las mujeres contribuyan con el 71% del Producto Bruto del Hogar. Ello se traduce, además, en que una de cada tres mujeres enfrente una situación de pobreza de tiempo (siendo entre los hombres esta proporción uno de cada cuatro). Es decir, a las mujeres no les alcanza el tiempo para dedicarlo al estudio, el cuidado personal, el ocio, entre otras actividades importantes para su bienestar.
Muy importante también es la ausencia de políticas públicas destinadas a favorecer la participación de la mujer en el mundo laboral. Aunque algo se ha avanzado, todavía no es común, por ejemplo, encontrar guarderías para el cuidado de niños pequeños, donde las mujeres puedan apoyarse para retomar o mantener su trabajo en las empresas. Asimismo, el hecho de que gran cantidad de programas sociales descansen en el trabajo no remunerado de las mujeres (Vaso de Leche o Juntos) o que se les traslade la responsabilidad del cuidado de enfermos y adultos mayores, reduce aún más su competitividad en el mercado.
Estas situaciones operan como un gran círculo vicioso: todas estas obligaciones las llevan a participar menos en la economía y el mundo laboral, así como a acumular menos experiencia general y específica, y eso las condena a que cuando puedan reinsertarse no sean lo suficientemente competitivas para poder acceder a las posiciones más atractivas del mercado.
(Foto: Agencia Andina)