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Guillermo Runciman: “Hay que meterle ciencia y tecnología a la economía para abaratar bienes vitales”
15 de abril de 2015
ENTREVISTA. El agua, el abrigo, la vivienda y los alimentos se encarecen anualmente, pese a que la tecnología puede abaratar su producción y precio. Guillermo Runciman, profesor de Finanzas, y Meir Behar, bachiller de economía, escribieron el libro “Hacia una economía más humana”, donde plantean cambiar de visión. Runciman nos explica sus ideas disruptivas.
¿Por qué una persona tiene que tener más dinero para acceder a más bienes de consumo? ¿No sería mejor reducir los precios abaratando la fabricación de productos con mejoras tecnológicas? Esas preguntas se hicieron Guillermo Runciman y Meir Behar para elaborar una propuesta alternativa que abarate, por lo menos, los bienes vitales, como agua segura, alimentos nutritivos, abrigo y vivienda. Su idea radica en mejorar la productividad de estos bienes para lograr una mayor producción a un menor precio.
El resultado de su investigación se plasmó en el libro “Hacia una economía más humana: tecnología en bienes vitales para reducir el costo de vida”​, publicado por el Fondo Editorial​ de la Universidad del Pacífico. Runciman y Behar –profesor de Finanzas y Bachiller de economía de la UP, respectivamente– consideran que su propuesta no pone en riesgo las finanzas de las empresas. Ambos autores plantean la construcción de megaproyectos de infraestructura que eliminen los sobrecostos y aumenten la productividad del país. Incluso, propone una nueva organización del Perú en base a macrorregiones, a fin de administrar mejor los bienes y aprovechar las cuencas. 
Conversamos con Runciman sobre las ideas que se desprenden del libro, calificado como “disruptivo” para el modelo actual de la economía. Él mismo a veces se refiere a sus ideas como “utópicas”, pero sus respuestas son aquellas que suscitan diversas reflexiones, desde las cuales se puede repensar la realidad. 

Cuando el precio de los bienes sube, a menudo se argumenta que se debe a la estabilidad y el crecimiento de la economía. ¿Por qué se asume que las cosas deben encarecerse? 
El BCR tiene una meta de inflación de 2% con una variabilidad de un punto hacia arriba y hacia abajo, lo que significa que es normal que crezca el costo de vida a un promedio de 2% anual y eso se considera correcto. Nosotros nos fijamos en la diferencia tecnológica. Hoy en día las cosas se pueden hacer mucho más rápido y con mucho menos materiales y consumo de energía. Una computadora de 1947 era un inmenso mainframe y era carísima. El presidente de la IBM de esa época decía que se venderían seis de esas máquinas en toda la historia del mundo. Sin embargo, hoy tenemos laptops mucho más potentes que aquellas máquinas. Eso significa que la computadora ha bajado de precio, viéndola desde el punto de vista de la economía mundial. Entonces, nos preguntamos por qué tienen que subir los precios si la tecnología debe ayudarnos a bajar el precio. 
¿Y cuál es la respuesta?
La economía formal considera que (el incremento de los precios) es bueno. Primero porque es una economía que tiene el paradigma del dinero. Todo el mundo cree que la única manera de ser rico es ganando mucho dinero. Y esa no es la única manera. Puedes ser más rico si las cosas bajan de precio, porque tienes más capacidad de compra. Así como podemos considerar el límite hacia arriba, como un millonario como Bill Gates, igualmente podemos considerar el límite hacia abajo, cuando las cosas se aproximen al precio cero, como los relojes. La otra gran pregunta es por qué la comida todavía no llega a eso. Hay mucho que discutir. No solo sobre economía, sino hasta de política. 
El modelo vigente es aumentar los ingresos de las personas para comprar más bienes. Todas las políticas están destinadas a aumentar el empleo y así mejorar el ingreso.
El empleo debería crecer. Eso sí. Pero, ¿qué pasaría si llegamos a una sociedad en que los precios se aproximen a cero? Esto suena a utopía y puede parecer utopía. Mira, yo podría enseñar en la universidad sin que me paguen nada, siempre y cuando pueda ir a un almacén y tomar comida, no comprarla. Para que eso ocurra tendría que haber abundancia de esa comida. La palabra clave es abundancia, versus escasez. El modelo económico se basa en la escasez. Mientras que exista escasez, las cosas te van a costar una cantidad de dinero. Pero si caminas hacia la abundancia, la situación cambia. Por ejemplo, si hoy día me roban estos lapiceros que te lo regalan como merchandising, nadie va a poner un juicio por robo de la propiedad privada, porque el lapicero está prácticamente cercano al precio cero. 
¿Las empresas qué papel juegan en esa dinámica? Porque ahí puede estar la traba.
La empresa tiene el modelo de la riqueza en base al dinero. Cree que solo existe porque produce algo que le va a permitir ganar dinero. Un empresario quiere cobrar lo mismo, pero que cada vez cueste menos producir el bien que vende y así tener mayor margen. Pero, ¿qué pasa si los costos bajan y por factor de la competencia los precios también comienzan a bajar? Se puede llegar el momento en que no exista margen, porque el precio y el costo se pueden aproximar a cero. Eso puede suceder. Es más: ya está sucediendo. Por ejemplo, la Wikipedia es una enciclopedia que prácticamente cuesta cero producirla, porque toda la gente interviene en la construcción de los conceptos. No es un grupo de expertos científicos que hace Wikipedia, sino es el conjunto de la sociedad a través de las redes. 
Claro, eso se consigue con los productos basados en bytes, pero los basados en átomos son más difíciles de que se abaraten.
Por eso digo que es una utopía. Pero, por ejemplo, hoy se pueden producir zanahorias a través de la producción de células, lo que llevaría a tener una comida prácticamente gratuita. El problema allí es que si tú tienes la comida garantizada, no tendrías necesidad de ir a buscar trabajo. Podrías vivir porque la comida está allí. Entonces, la empresa que da trabajo, el que sí tiene un negocio, no quiere que eso suceda, porque necesita que tú dependas de él y por eso te paga un sueldo. Hay este tipo de asuntos que se convierten en no solo problemas económicos, sino también en problemas políticos y dominio de la gente. 
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Cuando hay una reducción de costos, las empresas difícilmente trasladan eso al precio final. En ese caso, la tecnología podría jugar a favor de ellas. ¿Habría que replantear el papel de los reguladores, por lo menos para que se abaraten los bienes vitales?
Allí si tendrías que entrar a pensar en cuál es la función del Estado. Porque si tú logras con la tecnología bajar los costos y prácticamente el precio de los bienes vitales, el empresario no estará interesado en producirlos, porque no tendrá margen de ganancia. En ese caso, el Estado tendría que producirlo, dado que los privados no quieren hacerlo. Una función que no sería conflictiva con el empresario, porque al empresario no le conviene y simplemente deja ese negocio aparte. Para eso, primero tendríamos que preguntarnos qué es el Estado. Es una discusión interesante también. Podría llegar a decirse que es una gran empresa privada, porque es de cada ciudadano. Nosotros hacemos un aporte de capital cada vez que pagamos un tributo y nosotros elegimos a los que manejan el aparato del Estado. Es como una empresa, donde nosotros el día de las elecciones somos la asamblea general de accionistas. Entonces, si nosotros aportamos y tenemos que comer, el Estado tendría que dar esa comida que el empresario privado ya no quiere producir. Como repito: no sería conflictivo. 
En el libro también se refiere a los sobrecostos. ¿El precio final de los bienes está más determinado por la baja productividad o por los costos en torno a los bienes vitales?
Cuando nos ubicamos, ya no en el modelo ideal y utópico, sino en el Perú, vemos que realmente hay sobrecostos que hacen que las cosas cuesten más de lo que deben de costar. En el libro hemos puesto las ideas de un trabajo que hicieron unos estudiantes de la Universidad del Pacífico en 1997. Es lo que sería la gran red de transporte masivo de Lima. Fue un programa muy interesante, que no entraba en conflicto con los dueños de las unidades. Lo que generaba era una actitud de asociarlos en la gran empresa de transporte masivo urbano, que debe ser un monopolio natural, como existen en los sistemas de transporte en muchas ciudades ordenadas del mundo. Esa es la idea de bajar los costos. Si tú tienes un buen sistema y haces un monopolio natural, los costos de transacción van a bajar sustancialmente. Por eso en los países desarrollados, incluso en los países capitalistas típicos, el sistema de transporte tiende a ser público. 
Y eso encarece el traslado de productos…
Nosotros los encarecemos porque querer mantener el libre mercado, porque el sistema de combis es un perfecto sistema de libre mercado: cada una cobra lo que quiere y si desean te suben o no. A esto se le suma todos los riesgos que genera la competencia entre las unidades. Esa es una de las cosas que en nuestra situación genera sobrecostos de tiempo y de flete. La gente pierde tiempo en los buses; trabaja por consiguiente menos horas de lo que podría trabajar o dedica menos tiempo a la familia de lo que debería dedicar. 
¿El Estado debe estar más presente en el tema de precios de los bienes vitales? ¿No lo tildarían de intervencionista?
Depende de qué Estado estás hablando. Para mí, el Estado es una institución que debería estar gobernado por los ciudadanos, no por un líder. Si yo soy consciente que el Estado es una empresa que es mía, porque yo pago tributo, nosotros deberíamos decir qué es lo que se hará en el Estado. Por eso hay países que tienen un Estado que funciona relativamente bien. En Alemania, por ejemplo, el Estado garantiza la educación. Allí entrar a la universidad no te cuesta nada, siempre y cuando hayas pasado bien el colegio. ¿Por qué sucede esto? Porque el que paga la universidad es la ciudadanía y a la ciudadanía le interesa que esa sea una buena universidad. No por ser del Estado se le descuida; al contrario, se le cuidada más, y son los ciudadanos quienes la cuidan. 
Según el observatorio Lima Cómo Vamos, Lima consume más del triple del agua que necesita. Es decir, hay abundancia de agua. Aparte de la productividad, ¿el precio no depende también de una falta de cultura y gestión del uso del agua?
Cuando las cosas son abundantes, las cosas también se desperdician. Estuve trabajando un tiempo la idea del precio y qué pasa con los bienes abundantes. Por ejemplo, por qué a una combi no le importa ensuciar el aire de Lima. La respuesta es porque desprecia el aire. Hay precio y des-precio, en el sentido negativo. Cuando tienes abundancia del bien, lo desprecias. Ahí tienes que tener una cultura diferente. Y la economía tiene que revisar su teoría, porque no solo tienes que pensar en los bienes escasos, como dice la teoría económica actual. También debería preocuparse en mantener adecuadamente la abundancia. Ahí se junta lo que se llama la economía del medioambiente, la ecología, la teoría economía, etcétera. Hay que hacer ese tipo de revisiones. 
Para que funcione el modelo que plantea en el libro, tendría que haber primeramente un replanteamiento de ese tipo, porque sería en vano generar abundancia para que al final los bienes se desperdicien y los precios no se reduzcan.  Exacto. Hay un montón de factores. Te decía: yo puedo dar una clase gratuita, siempre y cuando yo tenga derecho a recibir otras cosas. Pero lo que sí debe ser justo es que toda la gente que está en la PEA tenga un trabajo. No necesariamente de ocho horas, que es un modelo que viene de hace 100 años, cuando las tecnologías, la capacidad de producir, la velocidad de producción y la ciencia eran mucho más atrasadas. La pregunta es por qué uno tiene que seguir trabajando ocho horas. ¿Por qué no seis? Está bien que trabajen hombre y mujer, pero cada uno un poco menos, de tal modo que puedan atender a sus hijos. Hoy en día los padres trabajan y no pueden atender a sus hijos. A eso nos referimos con la búsqueda de una economía más humana. 
Algo más coyuntural: la tarifa de agua subirá en junio porque se invertirá más dinero en aumentar la cobertura de agua potable. Nuevamente le mismo dilema: ¿Por qué no reducir el precio para que más gente pueda acceder al agua?
Así es. Pero si lo ves así, estás viendo solo Lima y no la historia del Perú. A partir de la emancipación, la riqueza que se genera en el Perú se concentra en Lima. Eso es lo que genera el ‘huayco’ de población. Sucede que la gente no vive estable en su sitio y los ingresos fiscales no han destinado gasto suficiente para estabilizar la vida en los diferentes lugares del Perú. Como no vives estable, no te queda otra cosa que irte a Lima. Imagínate: si no tienes una represa de agua, cuando llueve demasiado se te inunda toda la tierra y tu producción agrícola se cae, y si eso ocurre tienes problemas para comer. Entonces, huyes. Qué pasaría si el Estado hubiera dicho: ‘aquí vale la pena hacer presa para prevenir estas situaciones de lluvias y sequía’. Son obras de infraestructura que hubieran hecho que Lima no sea el resultado de este ‘huayco’ de población. 
En el libro se recomienda construir represas y macroandenes. También desalinizar el agua de mar y reciclar las aguas usadas, así como poner torres solares para conseguir energía barata y limpia. ¿Solo hace falta voluntad política para intensificar la tecnología?
Lo que tú necesitas que en cada sitio donde se produzca algo se haga con la mejor tecnología posible. Pero para producir con la mejor tecnología se supone que tú debes tener mercados para ofrecer esa abundancia de bienes que tienes. Y para llegar a los mercados necesitas vías de comunicación. Por eso también hemos planteado en el libro el concepto de la red de trenes en base a energías limpias provenientes de las torres solares. Tenemos sitios donde esas torres solares se pueden poner sin problemas. Así la mercadería llegaría más rápido y bajarían los fletes, lo que implicaría tener productos a menores precios. 
¿Qué más se necesita para abaratar los bienes vitales?
Lo que tenemos que hacer es investigar. En general, meterle ciencia a la economía peruana y, de manera particular, a todo lo que son las necesidades básicas. Necesitamos que existan planes de desarrollo para saber qué priorizar. Si te hablo de bienes vitales, estos tienen que estar primero en la lista, porque tienes que garantizar la vida de la población. No podemos permitir que nazcan niños desnutridos. La nutrición es el hilo donde comienza la madeja del problema. Eso tiene que ser visto desde una institución que vea el largo plazo del país. Eso no lo ve el Ministerio de Economía, que está construido para pensar en el presupuesto anual o, como máximo, en un plan trianual. Necesitamos una planificación democrática, en la que la gente colabore.
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BCR defensa del consumidor inclusión social infraestructura macroeconomía

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