Hay una pregunta que asalta ocasionalmente a las personas que estudiamos los procesos nacionales comparados de formación racial. Cómo es posible que las poblaciones de la diáspora africana, herederas de la trata transatlántica, y que en su historia pasaron por sendos procesos de desarraigo forzado político y social, tales como la segregación legal (como el sistema de Jim Crow en Estados Unidos, o el de Apartheid en Sudáfrica) o el de disolución racial mediante mestizaje (como es el caso de la mayoría de los países de América Latina) comparten, el día de hoy, similares condiciones de precariedad socio-política. O lo que es lo mismo, cómo es que estas dos trayectorias históricas discursivamente opuestas han devenido en más similitudes que diferencias en la situación actual de estas poblaciones. La respuesta a esta última arista puede ser ilustrada a partir del fenómeno social en que se convirtió la película, nominada a los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas (Premios Oscar): Black Panther.

Con la proclama de “Wakanda forever” y el cruce de brazos, esta cinta generó un frenesí en los Estados Unidos. Principalmente entre la población afroamericana que asistió masivamente a los cines, haciendo de esta película de superhéroes de Marvel una de las mas taquilleras de la historia en su género. En efecto, la de mayor taquilla en el 2018, en el país.

Lo que T’Challa (Black Panther) y los demás personajes representan, en el contexto afroamericano, es una reivindicación de la humanidad, fuerza, saberes, y resiliencia de los afrodescendientes. Así, la significancia cultural que alcanzó en los Estados Unidos, y que incluye que el Director de la misma, así como la mayoría del cast de la película sean afrodescendientes, hizo mucho por la moral social de los afroamericanos, quienes en gran parte asistían a las proyecciones en grupo y vistiendo atuendos de tela tradicional africana; particularmente, en un momento histórico en que su negritud los hace especialmente vulnerables. ​

Mención aparte merece el tratamiento que África, como idea y escenario, recibe en la película. En efecto, esta desmonta muchos de los estereotipos y narrativas construidas alrededor del territorio africano y su gente, imaginando a un continente negro como si este nunca hubiera sido colonizado. 

Es notable entonces, que en el Perú, país andino con 3.6% de población afrodescendiente, el aspecto afro de la película o sus características reivindicativas no hayan sido objeto de atención particular. Si acaso en pequeñas y desconectas expresiones. Mientras que en el mercado estadounidense, Black Panther se volvió casi inmediatamente una película de culto a la que siguieron extensos foros de discusión y eventos relacionados, en el Perú, esta fue simplemente la ultima película de superhéroes de Marvel. 

Así entonces, Black Panther nos ayuda a construir algunas inferencias. En un contexto de segregación legal, donde la subjetividad de un grupo es explícitamente negada, hay una sed por la construcción de alianzas intraraciales que facilitan que las iniciativas convocadas, sobre la base de la identidad racial, se apoyen masivamente. Obviamente, el “black dollar” o la capacidad de consumo de los afroamericanos, entendido específicamente como grupo de servicios, fue fundamental para el alcance de taquilla de la película en el Estado del norte. En el Perú, país de mestizajes donde aún es tan difícil que nos reconozcamos afrodescendientes, con orgullo, las acciones de reivindicación de lo afrodescendiente todavía no convocan masivamente, inclusive a quienes podríamos reconocernos como tal; además de que el “black dollar” en nuestro contexto, no representa un porcentaje significativo de la economía nacional. Black Panther ya hizo historia. Su significado cultural es tan notable como sus logros de taquilla. Obtener el premio a Mejor Película, este domingo, la volvería la primera película de superhéroes/ciencia ficción en ganar esta presea.