Por Julio Aguirre, Profesor de la Universidad del Pacífico e Investigador del Centro de Investigación (CIUP).
Uno de los grandes inventos que cambió la vida de la humanidad es la electricidad. Un interesante testimonio con que me topé, mientras investigaba sobre la electrificación rural como política pública, fue el de cierto agricultor en Estados Unidos —por la década de 1940— quien declaró, en una iglesia recién conectada a la red eléctrica: “Hermanos y hermanas, quiero decirles esto: la cosa más grande en la Tierra es tener el amor de Dios en tu corazón, y la siguiente cosa más grande es tener electricidad en tu casa" (NRECA 1985).
En mi investigación, encontré que los escolares en hogares rurales del Perú con conexión eléctrica pueden estudiar cerca de una hora y media más que aquellos niños y niñas en casas sin electricidad. Esto indirectamente favorecerá el rendimiento escolar, y contribuiría a disminuir la brecha de oportunidades entre niños de ciudades y los de comunidades rurales.
Y es que los beneficios de contar con electricidad, en particular, en zonas muy alejadas, son sustanciales para los habitantes, tanto que se considerarían prerrequisitos cruciales para el desarrollo y la remoción de barreras contra el crecimiento económico. Los hogares reemplazarían con electricidad algunas fuentes tradicionales de alumbrado (como velas y linternas), reduciendo contaminación y problemas oculares y pulmonares; adquirirían refrigeradoras para conservar mejor los alimentos; o reducirían en los niños el estrés de terminar los deberes escolares, antes de que acabe la iluminación natural.
Los colegios podrían usar equipos multimedia o material audiovisual; los centros de salud conservarían mejor las vacunas usando equipos de refrigeración, y mejorarían la atención de emergencia en la noche y madrugada; en más localidades, se contaría con alumbrado público para reducir inseguridad. Y, a nivel productivo, las bodegas podrían atender al público durante más tiempo, impulsando algunas pequeñas industrias (panaderías, por ejemplo).
A vísperas del 7 de octubre, fecha de las próximas elecciones regionales y municipales, tenemos una oportunidad para que las autoridades elegidas impulsen y coordinen proyectos de electrificación rural en sus correspondientes jurisdicciones. Al año 2016, según el INEI, no más del 79% de la población rural tenía electricidad, a pesar de que, prácticamente, el 99% de la población urbana cuenta con ese servicio. Si bien es costoso brindar el servicio eléctrico en lugares rurales remotos y dispersos, con geografía difícil y bajos niveles de consumo, los beneficios sociales de tener electricidad son tan enormes que, en el largo plazo, contribuyen con el progreso de las regiones.
Por ello, es importante que los Gobiernos regionales y municipales se embarquen e involucren en la formulación, ejecución y operación de los proyectos del Plan Nacional de Electrificación Rural, implementado por el Ministerio de Energía y Minas. Incrementar el acceso a servicios básicos y prioritarios en las regiones, debe ser parte de una política regional para apuntar al crecimiento económico sostenido de nuestro país.