Escuela de Gestión Pública

La lluvia en el desierto, por Omar Narrea

​En noviembre del 2016 se decretó estado de emergencia en Moquegua por la falta de agua. Desde setiembre de ese año, no se registraron lluvias y sub-cuencas como la del rio Tumilaca recibieron solo entre 60 y 70 litros por segundo cuando lo mínimo aceptable para proporcionar agua a la ciudad es el ingreso de 180 litros por segundo.  

La geografía hace que los ríos en Moquegua sean muy secos y así el principal problema de la región es el agua. En épocas de sequias esto genera conflictos entre la población, las juntas de usuarios y la minería quienes tienen que enfrentar el racionamiento del agua que cada vez llega en menores cantidades a la represa de Pasto Grande.

Es por este contexto hidrológico que la contribución en cantidad de producción agrícola de la región es muy baja, ocupando el puesto 23 a nivel nacional. En todo el departamento solo se producen 14 mil hectáreas de las cuales su principal cultivo tiene el peor precio de mercado (la alfalfa, con el 68% de hectáreas). Productos de mayor valor también preponderan, aunque aún de manera limitada: el orégano (7%), la tuna (7%), la palta (4%) y la vid (4%). Como resultado, la frontera agrícola es muy limitada (solo contribuye al 1% del PBI regional) y frente al reto de elevar la cantidad de agua no hay respuestas claras, desincentivando este sector al punto que el número de estudiantes de la carrera de agroindustria en la universidad nacional sólo produce 22 bachilleres por año.

Para manejar el recurso líquido, Moquegua cuenta con el proyecto Pasto Grande cuya gran represa en el lago con el mismo nombre en las zonas altas regula la distribución del agua durante el año. 

A pesar de tener una capacidad para almacenar 200 millones de metros cúbicos (MMC) de agua, en la actualidad solo almacena el 40% de su capacidad. De los 90 MMC que se han estado almacenando entre el 2015 y 2106, 40 MMC no se pueden utilizar por tener un alto componente de sedimentos. 

Así, durante el año existe mucha incertidumbre de la población y la actividad agrícola porque se satisfaga su demanda hídrica de casi 40 MMC. Un poco más de lluvia es el ruego que se escucha entre los meses de setiembre y diciembre cada año. Las inundaciones de estos días en el sur nos asombran, pero podrían ofrecer oportunidades para la agricultura.

Imaginen que la lluvia llegó al desierto de Atacama por primera vez en 500 años. En Moquegua, estas lluvias en las zonas bajas han sido una sorpresa y el efecto se ha salido de control como muestra la caída del puente Montalvo pocos meses después del conflicto entre agricultores y población por una gota de agua. Adaptación y resiliencia es el reto de Moquegua. 

En la ciudad, sería mejor que las familias que han recurrido a sus baldes para enfrentar la inundación en sus casas y calles, los cambien por techos a dos aguas. En el agro, esto debe llamar a la reflexión para invertir en el riego tecnificado y pagar los derechos de agua.

Antes que se evapore el agua o se escurra, en las zonas intermedias se hace necesario planificar la construcción de un micro reservorio que podría acumular 5 millones de metro cúbicos. Además, se debe encauzar el rio Moquegua y construir polders para embalsar el agua en caso de inundaciones, lo que requiere ceder temporalmente terrenos de la comunidad. Otros países han logrado planificar adecuadamente el recurso hídrico para potenciar su desarrollo, siendo Holanda un ejemplo de manejo. Con el canon de S/. 50 millones por año, se podría enfrentar adecuadamente los retos de aumentar la frontera agrícola, protegerse de las inundaciones y brindar agua para una región que ostenta el primer lugar de competitividad a nivel nacional.  

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